Ricardo Diab, secretario general de la entidad, fue el impulsor del proyecto de CAME en Brasil, iniciativa que, a la fecha, posibilitó la concreción de exportación de seis pymes argentinas.

Anochece en Curitiba, capital del Estado de Paraná. Es un viernes cálido de abril. Acaba de inaugurarse formalmente el primer Centro de Exposición de Productos Argentinos en Brasil, junto al presidente de CAME, Alfredo González, el gobernador del Estado, Darci Piana, el cónsul local, y autoridades nacionales y provinciales que acompañaron otra exitosa misión comercial de CAME en el vecino país.

Desde las escalinatas del showrroom, luego de una breve recorrida, Ricardo Diab, se dirige a ese nutrido grupo de empresarios, colegas y representantes que lo acompañaron en la última semana. Agradece brevemente y afirma, emocionado: “Es tierra argentina en Curitiba”. Al igual que el resto, siente el cansancio de los últimos días: las extensas jornadas en la feria Expo Apras, las rondas de negocios, las visitas técnicas y las reuniones de carácter institucional con autoridades locales.

Pero este es, por lejos, el hito más importante de todo el proyecto que, desde CAME, lidera Ricardo Diab, y quizás también uno de los logros más destacados de su larga trayectoria en la gremial empresaria. “CAME Brasil es la síntesis de 40 años de experiencia”, afirma, varios meses después, en su oficina. Estamos en agosto, y mientras se diseña una nueva convocatoria para 2025 y se brindan talleres de negocios para pymes que quieren exportar, ya hay seis de las empresas que participaron de la delegación argentina que están concretando ventas al principal socio comercial del Mercosur.

Dada su expertise y experiencia, Diab es, desde hace más de 20 años, Cónsul Honorario de Brasil, nombrado por Itamaraty, -como se conoce al Ministerio de Relaciones Exteriores brasilero-, a partir de la decisión del diplomático Marcos Castrioto de Azambuja, uno de los redactores del Mercosur. Cuenta, también, con una distinción como comendador de la orden de Río Branco, en el 2012.

 

Los inicios

Empezó vendiendo muebles en el negocio familiar; luego comercializó luces y, finalmente, fundó una fábrica de pastas, la primera con elaboración a la vista en Rosario. “Haber ingresado en la actividad gremial empresaria fue un cambio rotundo en mi vida”, sostiene Diab, hoy secretario general de CAME. “Yo era parte de la Cámara de Fabricantes de Pastas Frescas de Rosario, Santa Fe, desde donde empecé a participar en la Asociación Empresaria de Rosario, poco después de la restauración democrática. Me integré rápidamente: era el más nobel en toda la cámara, y me entusiasmé”.

Con el reconocimiento de sus colegas, al poco tiempo, y junto a otros dirigentes, armó la Federación de Fabricantes de Pastas de la República Argentina. “En una de las reuniones vi que se iba a hacer una feria en Brasil, en virtud del convenio firmado entre Raúl Alfonsín y su par, José Sarney, el Protocolo 14 de integración, que permitía el intercambio de productos con cupo, pero sin arancel”. Diab contactó a un pariente que tenía un equipo pasteurizador que no se conocía en la Argentina -la ley no permitía que un producto como pastas rellenas dure más de 48 horas, con cualquier sistema, químico o mecánico- y armó el primer viaje comercial a Curitiba: “Cargamos el auto con un telgopor grande porque era muy difícil ya en esa época trasladar muestras y mercadería. Fuimos a la feria y empezamos a ver el interés de la gente por el producto: éramos diferentes”.

Junto a otras empresas argentinas que participaban de la exposición vendiendo productos como aceite y queso, Diab organizó una degustación en el hotel, e invitó a directivos y referentes locales. “Aprendimos que había productos que los brasileros demandaban, pero no estaban dispuestos a importar, ni a comprometerse a dólares, porque el contexto era muy cambiante. Entonces decido radicarme allí y armar mi empresa, y dejar la fábrica en Rosario en manos de mi esposa”.

A los seis meses, junto a dos socios, funda la Italiana do Brasil. “Armamos una cadena de distribución desde Porto Alegre a Salvador de Bahía, -explica Diab-. Llegamos a vender 10 camiones de 22 toneladas por mes, con todo lo que conlleva. Alquilábamos cámaras frigoríficas en distintos lugares para dejar la mercadería. Teníamos oficinas en Curitiba y en Río de Janeiro, para abastecer las dos zonas. Yo era responsable de la red de distribución. Y en los momentos libres me contactaba con supermercadistas y empresarios locales”.

Así comenzó a relacionarse con representantes de la SEBRAE. “Participaba de todos los cursos que existían sobre Comercio Exterior; aprendí cómo quería el brasilero comprar los productos, cómo era el mecanismo. Y descubrí un mercado enorme, no solo para las pastas, sino para todos los productos argentinos”.

 

Volver a casa

Tras esta gran experiencia, con las relaciones establecidas y con el MERCOSUR en ciernes, Diab regresó al país y decidió volcar todo lo aprendido en el desarrollo de este potencial exportador: primero creó el Departamento de Comercio Exterior en la AER. Asesoró luego a la Gobernación de la Provincia de Santa Fe, y al Municipio de Rosario. “Empezamos a desarrollar otros mercados. Participamos de todas las ferias: en Chile, Bolivia, Paraguay y Brasil, y nos ampliamos a Panamá, México, ya no solo en el sector de Alimentación sino para todos los rubros”.

En 2002, ya como empresario de eventos, y con la agenda argentina comprometida por la crisis política y económica, Diab organizó la Feria de la Industria Argentina en Brasil. “Cuando llego a CAME, me proponen crear el Departamento de Comercio Exterior; implicaba un gran desafío, porque la entidad estuvo, desde sus orígenes, orientada al mercado interno. Yo sabía que tenía un producto, pero tenía que demostrarlo”, explica. La primera tarea fue establecer conexiones en el exterior. “Abrimos una oficina en Miami, EEUU, con conocidos que ofrecían su espacio: llevamos adelante conexiones, cónsul mediante, entre EEUU y Argentina. Lo mismo hicimos en Perú, en Ecuador, en Panáma y México”.

Pero Diab tenía la certeza de que para crecer necesitaba inaugurar un espacio propio en otro país. “Es difícil que las pymes consigan destinos lejanos, por la inversión que implica, -comenta-. Y en lo que respecta estrictamente al marketing internacional, en Brasil siempre te dan los números; por política, por capacidad de compra, por moneda, por distancia, por cantidad de habitantes, y por posibilidad de desarrollo. Es, de todas formas, un mercado muy difícil. Entonces el objetivo siempre fue abordarlo desde dentro, con una entidad como CAME detrás, que tiene una espalda nacional. Y visibilidad para poder hacerlo”.

“Lo que hoy brindamos a las empresas representadas en las entidades asociadas costó muchísimo dinero, y muchísimo esfuerzo aprenderlo. Y por supuesto hay también muchas derrotas y decepciones, muchas frustraciones en el camino, pero me quedo con el resultado”, confiesa Diab, y agrega: “Por suerte tengo el honor de estar en CAME, brindárselo a CAME y que CAME a su vez me brinde el vehículo para poder hacerlo. Esa es la importancia de participar en la gremial empresaria; la importancia de estar, pero saber para qué, y cómo. Porque si yo me quedaba en mi fábrica seguramente también hubiese sido feliz, pero no habría tenido esta oportunidad. La dirigencia gremial me dio la posibilidad de conocer el mundo: crecer en lo personal y además ayudar a otras empresas a crecer. Y tuve la suerte, con esfuerzo y sacrificio mío y de mi familia, de poder hacerlo”.

 

Una apuesta estratégica

“Brasil es el gran mercado posible”, sintetiza Diab. “Importa, produce y consume todo lo que nosotros hacemos, pero en mayor cantidad y escala. Requiere aquello en que, por cuestiones de diseño, tecnología, gusto, clima o producción, podemos hacer una diferencia”.

En ese sentido, Diab destaca que “en el rubro alimentos tenemos como ventaja la materia prima, y tenemos mucho expertise. Argentina es distinguida en el mundo por la calidad de su producto alimenticio”.

Por ello, el secretario general de CAME confía en que el showroom representa una oportunidad única para los empresarios pymes argentinos: “Les damos la posibilidad de mostrar los productos, los capacitamos y contribuimos a posibilitar oportunidades de negocios, solucionando problemas burocráticos y ofreciendo toda una red de contactos”. Y advierte que “lo más difícil, para una empresa argentina en Brasil, es sostenerse en el tiempo. He visto negocios que por no estar bien analizados no perduraron, por eso lo que queremos en esta instancia es capacitar sobre cómo venderle a Brasil: si es posible venderle a Brasil y no embarcarse en proyectos costosísimos, y quedarse a mitad del río”.

Para finalizar, Diab se refiere a las oportunidades estratégicas de esta gran apuesta de CAME: “Brasil es un mercado de 200 millones de habitantes que sigue creciendo económica y demográficamente, y que, de acuerdo con las estimaciones, a este ritmo va a demandar alimentos. Si el país no complica nuestra producción, ni se restringe el ingreso de materia prima, con nuestras posibilidades de intercambio, soy muy optimista”.

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