La transición en la dieta es de carácter irreversible y los hábitos de compra están cambiando. El llamado “nuevo consumidor” persigue una alimentación con propósito; es decir, mediante alimentos que adquieren multifuncionalidad y multidimensionalidad busca algo más que satisfacer una necesidad biológica fundamental como el hambre.

Los compradores más jóvenes (generación Z y millennials) están definiendo lo que los mercados deberían ofrecer, porque para ellos la elección de los alimentos son indicadores del estilo de vida, los valores y las creencias.

Ante las crecientes demandas de un consumidor cada vez más exigente e informado, que toma decisiones reflexivas sobre sus compras, se visualizan principalmente 5 tendencias a nivel mundial que apuntan a la calidad integral y condicionarán, en el corto y mediano plazo, la producción, distribución y comercialización de alimentos:

 

  1. Salud y bienestar: tendencia vinculada a la expresión “somos lo que comemos” y a la búsqueda de una dieta equilibrada y saludable. Los nuevos consumidores son cada vez más conscientes del efecto que la alimentación tiene en la salud, ya sea en el logro del bienestar físico y mental como en la prevención de enfermedades.
  2. Experiencia sensorial y placer: el comprador busca algo superador, que vaya más allá de la simple adquisición de un producto. Podríamos hablar de una experiencia alimentaria, que aporte un momento inolvidable y único y logre vincularlo con lo emocional.
  3. Conveniencia y practicidad: la inserción de la mujer en el mercado laboral, los ritmos de vida urbanos y las nuevas estructuras familiares generan la necesidad de garantizar la disponibilidad de alimentos en cualquier momento y lugar, sin merma de calidad. Los productos listos para consumir y/o de fácil preparación, que ahorren tiempo y trabajo, son un claro ejemplo.
  4. Calidad y confiabilidad: los compradores son cada vez más conscientes del poder que tienen y lo hacen valer, demandando productos que inspiren confianza por la procedencia de sus ingredientes, entre otras cuestiones. Esta tendencia está vinculada a los alimentos que ofrecen garantías de origen, trazabilidad y certificados de elaboración, dado que importa y mucho el origen, lo local y lo cercano.
  5. Sustentabilidad y requerimientos éticos: el consumidor se preocupa por el impacto que tienen sus hábitos de compra, así como también los sistemas de producción, en el ambiente y la comunidad. En este apartado, cabe mencionar la Certificación Triple Impacto (linkear a www.cametripleimpacto.com.ar) que desarrollamos desde la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) para acompañar a las empresas argentinas en su transición hacia un modelo de negocio con mayor conciencia social y ambiental.

Estas tendencias llegaron para quedarse y son un claro llamado de los consumidores a producir más y mejor, lo que implica revisar las formas en las que se producen y comercializan los alimentos.

El sector agroalimentario argentino deberá adoptar una mirada diferente y reaccionar con rapidez para que estas exigentes demandas no se conviertan en barreras para-arancelarias, fomentando productos con valor agregado y diferenciados que alcancen altos niveles de calidad e inocuidad.

Tal como sostiene la Fundación AZTI: si tu actividad revierte en los consumidores, inevitablemente tenés que abrazar las tendencias.

Por Alejandra Zavattaro